Los recuerdos de esa agridulce relación con aquel cuervo siguen ahí, atormentandome. Pero, ¿en serio me atormentan? ¿No decía que aquellos fueron los años más felices de mi vida? Tal vez, aquel cuervo me dió buenos recuerdos: risas, experiencias, sonrisas, momentos tranquilos. Aquellas experiencias fueron las que más me marcaron, sin duda. Me metió en cosas que nunca creí que haría, cosas que, si mi madre siguiera viva, seguramente la decepcionaría. ¿Realmente me arrepiento? Estoy seguro que no. Sólo los últimos momentos, pero eso me ayudó. Eso creo. Aquel cuervo me dió mucho en qué pensar. Y por eso, mi diario está lleno de él, de su nombre, de su huella. Mi diario, el diario de un jilguero, lleno de los recuerdos de un cuervo.