—Mami—Dijo la bebita saltando en la cama de su madre para despertarla.
—¿Otra pesadilla?—Preguntó su mama, mirándola fijamente, con un poco de desespero. Todas las noches, Amelia tenía pesadillas, siempre soñaba con sangre, personas corriendo en bosques, etcétera. El problema era que nunca sabía quiénes eran, según sus historias, eran personas sin caras. Aterrador.
—No, no mami. Esta vez no fue una pesadilla—Dijo saltando nuevamente, aplaudiendo con sus pequeñas manitas.
—¿Y que fue?—Preguntó su mama, enarcando una ceja.
—Fue un lindo sueño, como esos de las princesas de la televisión. Había un niño y una niña, estaban en un atardecer. Había mucho pasto mami, era hermoso.— Dijo entusiasmada, desde que cumplió sus 5 años no dejaba de tener pesadillas que no la dejaban dormir, hasta hoy. —Luego el niño le tomó la mano a la niña y comenzaron a caminar hasta un árbol gigantesco. Y entonces —Dijo y se tapó los ojos con sus pequeñas manos— el niño la besó. — Y soltó una pequeña risita.
—Disney te quemará el cerebro, Amelia. —Dijo su madre divertida. —Pero es bueno saber que ya no hay pesadillas, ojalá y siempre sea así, a mami no le gusta verte llorar.— Dijo su mama acariciando su pelo rubio.
—No más pesadillas, mami. Además, yo sé que algún día tendré una historia como esa, como las de Disney y la de mi sueño. ¡QUIERO SER GRANDE! —Dijo emocionada.
Lo que la pequeña Amelia no sabía era que en un futuro, le esperaban grandes cosas.
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