Con pasos paralelos al sonido de la música, ebrio de tanta dulzura, el festejo sonaba sin par con una dirección extraña hacia donde los molinos del quijote fueron a dar. Cada corte, cada melodía, cada tiempo; se movían los pies del grupo cuatro y un extraño presentimiento empezó mi cuerpo a meditar. Tentación y olor amargo, desde una esquina me observaba presionándome con su mirada un tierno sabor a color, en momentos se reía y no creía pasar de largo hasta que suavemente levantó, se acercó y recitó.