Entonces, ella obtuvo su propio cuadro en el salón de sucesión... Su huipil reemplazó los colores de la flor de cempasuchil por los del nopal de tunas rojas, y de él brotaron espinas que solo se retiraban cuando Leo se le acercaba. Los pueblerinos comenzaron a llamarla con el mismo nombre de una antigua hechicera que acompañó la búsqueda de Tenochtitlan: "Malinalxóchitl" o "Matlalatl", diosa de las serpientes, escorpiones y animales del desierto. Al final el Charro había optado por una estrategia inesperada: Parasitarlos a Leo y a ella por igual, obteniendo así una suerte de "fábrica" de herederos, despojándolos de sus recuerdos, su libertad y dejando intacto únicamente el gran amor que se tenían.
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