SEGUNDA PARTE de El auror que me atrapó:
No había día en que no tuvieran sexo - varias, veces, de hecho -, no había día en que, en algún momento, Draco no lo asaltara; en la cocina, en la ducha, mientras limpiaba o hacía la cama, recién despiertos y con la hora pisándole los talones antes de ir al ministerio o recién llegado a casa tras la jornada, contra la puerta. Pero le encantaba. Draco follaba de lujo y lo amaba, Harry sabía que Draco lo amaba de verdad, poderosa y apasionadamente; era cuidadoso y complaciente, y no lo obligaba a hacer nada con lo que no se sintiera a gusto, y después lo mimaba como si fuera la cosa más preciosa y frágil. Incluso cuando discutían quedaba claro el tremendo amor del ex mortífago; furiosos y proclamando ese odio enterrado que revivían y sentían renovado, tras el fragor y aún acalorados siempre era Draco el que, a pesar de ser un rencoroso y un orgulloso de campeonato, cedía primero. Y es que Draco no se imaginaba despertar y no encontrarse a Harry a su lado, algo que éste sabía muy bien, y valoraba tanto como para consentir cualquier capricho del rubio.