SEGUNDA PARTE de El auror que me atrapó:
No había día en que no tuvieran sexo - varias, veces, de hecho -, no había día en que, en algún momento, Draco no lo asaltara; en la cocina, en la ducha, mientras limpiaba o hacía la cama, recién despiertos y con la hora pisándole los talones antes de ir al ministerio o recién llegado a casa tras la jornada, contra la puerta. Pero le encantaba. Draco follaba de lujo y lo amaba, Harry sabía que Draco lo amaba de verdad, poderosa y apasionadamente; era cuidadoso y complaciente, y no lo obligaba a hacer nada con lo que no se sintiera a gusto, y después lo mimaba como si fuera la cosa más preciosa y frágil. Incluso cuando discutían quedaba claro el tremendo amor del ex mortífago; furiosos y proclamando ese odio enterrado que revivían y sentían renovado, tras el fragor y aún acalorados siempre era Draco el que, a pesar de ser un rencoroso y un orgulloso de campeonato, cedía primero. Y es que Draco no se imaginaba despertar y no encontrarse a Harry a su lado, algo que éste sabía muy bien, y valoraba tanto como para consentir cualquier capricho del rubio.
-Será como si nada de esto hubiera pasado, excepto para él. Draco lo recordará todo: su dolor, su sufrimiento, tu destrucción... pero tú, Harry Potter, olvidarás quién eres. Volverás a ser el niño que fuiste antes de conocer la magia, antes de conocer el dolor.
Una risa amarga escapó de mis labios. No me importaba quién fuera yo. Todo lo que importaba era que él viviera. Él recordaría, cargaría con el peso de nuestros errores... pero viviría.
-Hazlo -murmuré.
La Muerte alzó sus manos, y un oscuro resplandor envolvió todo a mi alrededor. Sentí cómo mi ser comenzaba a desvanecerse, cómo la última chispa de lo que era se apagaba. Pero, con el último fragmento de mi consciencia, supe que, por fin, Draco podría vivir. Y aunque nunca lo sabría, aunque mis recuerdos se disiparan, él lo sabría. Él lo recordaría todo.