¿QUE PASA SOLDADO, TE MOLESTA RECIBIR ÓRDENES?
Se acercó a mí, como depredador. Sus ojos se oscurecieron, parecían sacados del mismísimo infierno.
Se posicionó a mis espaldas, y yo ocultanto mi nerviosismo me quedé quieta, mirando al frente.
Con una sola mano colocó todo mi cabello en mi hombro derecho, dejando al descubierto una parte de mi cuello.
Chistó la lengua varias veces, y acercando peligrosamente su cuerpo al mío me susurró al oído.
- Ay Zoe, que inocente eres... Yo no soy ningún soldado. Soy, el que da las órdenes, y los demás las acatan.... - pronunció con una claridad y lentitud dolorosa e inmovilizó mis manos en una llave.
Presionó ligeramente su agarre, causando que arqueara mi espalda dejando mi cuello a su merced.
- aah... me estás haciendo daño.... - susurré en el tono más relajado posible.
- ¿ Estás segura ? - preguntó mientras rozaba sus labios por mi cuello. - Juraría que te gusta... Y bastante. - sus dientes hicieron una ligera presión en la piel desnuda que hay entre mi hombro y cuello.
No pude evitar el suave gemido que pedía a gritos vibrar en mi garganta.
Alex rio contra mi piel satisfecho. Fue lo único que necesité para maldecirme a mi misma.
Porqué carajos mi cuerpo reaccionaba de esa manera, era como si dejara de pertenecerme, o más bien, como si siempre le hubiera pertenecido a él.