Cuenta la leyenda que, hace muchos siglos, existió una bella emperatriz japonesa llamada Akiko Nensho. Akiko era una mujer de piel morena, cabello negro azabache y ojos rasgados de color café oscuro. Era una mujer fuerte y valiente, y poseía un don único: el poder del fuego. Akiko nació en una aldea rural del Japón feudal. Desde su infancia, mostró un talento natural para el combate. Aprendió las artes marciales de su padre, un guerrero samurai, y pronto se convirtió en una hábil guerrera. Cuando Akiko tenía 10 años, su aldea fue atacada por un clan enemigo. Los invasores masacraron a los hombres y violaron y asesinaron a las mujeres. Akiko fue una de las pocas sobrevivientes. La joven fue capturada y vendida como esclava a un pueblo vecino. Allí, sufrió años de maltrato y humillación. Sin embargo, Akiko nunca perdió la esperanza ni la fe en sí misma y planeo una gran emboscada para terminar con ese reinado de terror y sufrimiento.