Por primera vez Angélica quiso dejar de reprimirse y permitirse hacer realidad sus más ocultas fantasías, quiso pecar y dejar de hacer lo moralmente correcto. Siempre había deseado a alguien que no simplemente se la metiera y sacara, alguien que le hiciera sentir espasmos en cada músculo, un hombre que la hiciera venir y le retorciera el útero del maldito placer. Ella quería sentir una forma diferente de hacer el amor, otra que no fuera la de su esposo. Si iba a engañar a su esposo, lo iba a hacer con alguien que realmente valiera la pena, no cualquiera. Y él parecía el candidato perfecto, intuía que sabía hacer muy buen trabajo en la alcoba.