Cuando lo veo acercarse otra vez, aquel gran hombre de pie como un rey, con los ojos ardiendo... Mirándome y afirmando que soy suya... -Déjame ir... Mi voz era casi un susurro. Sus ojos violetas me recorrieron el cuerpo, haciéndome sentir desnuda a pesar de llevar ropa. El Alpha bajó la cabeza y su aliento entrecortado cayó sobre mi rostro. -No, ni ahora ni nunca. En ese momento, me di cuenta de que mi destino estaba sellado para siempre con él.