En un viaje a Grecia, Olivia Hughes y sus amigas, aburridas y buscando un poco de entretenimiento, deciden poner a prueba el destino y el humor del universo. Colocan carteles buscando marido millonario, un juego inocente que promete risas pero parece destinado al olvido. Sin embargo, el destino tiene otros planes.
En las calles de Atenas, el cartel llama la atención de Alek Itchenko, un hombre imponente, enigmático y poderoso, con una conexión intrínseca con el inframundo ruso. Su mirada fría, más acostumbrada a la oscuridad de los callejones que al juego de las mujeres, se posa de manera inadvertida en aquel anuncio ridículo que esta siendo colocado por cuatro jovencitas. Pero algo en esas palabras escritas con despreocupación y risueñas les llama la atención.
El encuentro entre Olivia y Alek no es casualidad. Lo que comienza como un juego inocente se convierte en un baile peligroso entre dos mundos opuestos: la ética médica y la oscura mafia rusa. Alek, acostumbrado a la manipulación y al poder, se siente intrigado por la frescura de Olivia, mientras ella se adentra inadvertidamente en un mundo que nunca imaginó.
Con el telón de fondo de la belleza griega y la elegancia de los mares azules, sus vidas chocan en un juego peligroso de seducción, poder y secretos. Olivia se enfrenta a dilemas éticos y a una verdad amenazante mientras Alek lucha con sus propias convicciones morales. Ambos se encuentran entre el deseo y la oscuridad, en una danza impredecible entre amor y supervivencia en un mundo donde cada movimiento puede ser fatal.
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca.
-¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen.
-Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a este lugar! ¡Tú no eres una humana normal! -grita un guardia sin dejar de perseguirme...
-¡No! Yo pertenezco a mi ciudad, con mis padres... -cuando estoy por llegar a la salida veo a dos chicos.
Practicando con espadas...
-¡Sky! ¡Atrápala! -grita Rick...
Uno de los chicos desvía su mirada y nuestros ojos se conectan
Sus ojos dorados me miran fijamente...
Revolotea despreocupado su cabello rubio, pero luego...
Se da cuenta de lo que sucede y me apunta con su espada
Yo me detengo inmediatamente...