Huir. No había otra palabra que definiera mis acciones y mi vida en sí. Huía y no sabía de quién, pues a donde quiera que llegase la muerte se plantaba a mi lado, fijando su atención en quien yo mirase, con el fin de tenderme en sueños la oportunidad de descifrar mensaje oculto que le salvase a inocente alma ya oliente a muerte. Era un don, así lo concebí, sin saber que sería mi desgracia, la desventura de mis días donde, siquiera podía tener a quien amaba por poner su alma al filo del abismo, de la fatalidad, por la elección de ser mi amante. Pero, ¿de quién huía realmente? ¿De quién cuando la fatalidad es pintada por mi simple mirada? ¿Eran mis sueños una predicción o una escena de lo que mis manos se aventurasen a ejercer bajo cierta toma de mi alma en sueños? No sabía de quién huía, y pronto mis días se envolvieron en la paranoia, en la desconfianza, en las preguntas cuyas respuestas me atrincheraban contra una verdad que podía reflejarse en un espejo, con mi cara llena de culpa, en él. No lo sé, desvarío. El dolor me acompaña y la soledad me aguarda. Y el escarnio me sonríe por no tener si quiera a mi amada. Hago un inciso necesario para agradecer el apoyo de @ily_szk por su portada y separadores que le quedaron fue mi amor con te quiero.