Antony Di Cesare. Aquél nombre siempre resonaba por los pasillos de mi universidad, nunca le había prestado mucha atención ya que normalmente las charlas que lo involucraban trataban sobre lo bueno que estaba o cuántas chicas se habían liado con él ese fin de semana. Simplemente tedioso y monótono nunca había entendido porque mis alrededores se enloquecían ante él. No tenía muchas cosas más interesantes además de su físico ¿Qué puedo decir? Los clichés nunca fueron lo mío y eso es todo lo que él es, tiene un cuerpo definido, tatuajes al rededor de su cuello y un liso y rubio cabello. Y de la nada, un día y sin saber cómo me encontraba en su cama con sus ojos fijos en mí. -Hm, despertaste-Dijo haciendo una pausa-Ya te puedes ir Arlequín. -... ¿Cómo acabe aquí?-Pregunte con mi cara roja de vergüenza, mi cabeza daba vueltas vagando entre borrosos recuerdos. -Te emborrachaste, vomitaste y no te podías mantener en pie-Respondió-No iba a dejarte en tú casa así. Y sí, esa era la peor parte. Era mi vecino.