«Probablemente ya hayas escuchado este cuento. Había una vez un hombre agradable que pasó su vida con su amigo "Aquino". Sin intenciones enfermizas o depravadas juntos vivieron felices [Y nada de remplazar o asesinar a sus amigos]. Sin embargo en un momento predestinado a él lo perdió. Sin poder enfrentar al mundo con su dolor él le hizo una promesa a su tumba: Haría uso de su venganza y sufrimiento para traer a sus seres queridos de vuelta. 𝗘̂𝗹 𝗲𝗻𝗹𝗼𝗾𝘂𝗲𝗰𝗶𝗼́.» Aquellos que pierden lo único que tienen son capaces de mover cielo, mar y tierra para recuperarlo. Un hombre con el corazón destrozado decidió entregar su alma a la oscuridad con el deseo de recuperar a su mejor amigo. Vagando por innumerables dimensiones aquél desdichado se topó con incontables versiones de su amigo. Deseoso de tenerlo con él buscó quedarse a su lado, asesinado a versiones de si mismo con tal de usurpar su lugar. Lamentablemente, nada funcionó. El destino se ha escrito sobre su amigo. «Él debe morir para salvar a los demás.» Sin importar que versión sea o de dónde provenga, él siempre morirá. Y nada lo puede cambiar. 𝗘𝘀 𝗲𝗹 𝗱𝗲𝘀𝘁𝗶𝗻𝗼.