Yeonjun no sabe qué hacer con su vecino universitario, Yoon Beomgyu, que parece estar en arresto domiciliario.
Debido a que se encuentra centrado en rehacer una buena relación con su hija, perdida sin haberse dado cuenta, por culpa del trabajo; no puede darse cuenta que la insistencia de Beomgyu por quitarle lo «amargado» es nada menos que simple aburrimiento propio, hasta que ya no lo es.
Beomgyu, cansado de no poder salir a menos de pocos metros de casa, acepta que el sexo lento puede entrar en una relación sin compromiso, mientras que Yeonjun puede entender que a pesar de los sentimientos, lo áspero también puede ser divertido cuando se hay los acuerdos suficientes.
Separados por siete años, Yeonjun se siente demasiado diferente de Beomgyu, pero es fácil comenzar a quererlo al ver que la pulsera en su tobillo no lo define como persona, porque cuando los acompaña a su hija y a él, puede ver detrás de sus escudos el cariño inestable y temeroso que trata de no exponer por ellos, por el anhelo de ser aceptado ahí, donde a pesar de lo incorrecto, todo se puede sentir correcto.