-¿¡Qué!? -gritaron al unísono catorce jóvenes, el eco de sus voces resonando por toda la sala.
-Acabo de decir que se convertirán en dioses -replicó una mujer de belleza deslumbrante, cuya presencia parecía llenar el aire con luz propia.
-Son nuestros representantes en el mundo mortal -añadió un dios de barba dorada, su voz grave y solemne.
-No entiendo nada -se quejó un chico rubio de acento marcado, frunciendo el ceño.
-Pienso lo mismo -secundó otro joven de cabello castaño, cruzándose de brazos con evidente fastidio.