El tiempo se acaba y lo único que hago es quejarme, siendo escuchado solamente por las cuatro paredes de mi habitación. Esto es algo que realmente no me perturba, ya que después de tanto tiempo solos he conseguido entablar una amistad con ellas más fuerte que la que crearé jamás con otro ser humano. Incluso les he puesto nombres: Polly, David, Linda y Schopenhauer, aunque para ser sincero, no me caen demasiado bien. Realmente nadie me cae bien. Las personas me parecen seres arrogantes que no son capaces de ver más allá de sus propios ombligos y que nunca te escuchan o no quieren escucharte para no gastar su tiempo en ti. Y estas paredes no se alejan demasiado del pensamiento de las personas con las que suelo tener contacto (el poco contacto que tengo). No son fáciles de soportar, pero no me queda otra, están hablando todo el rato.