Sinopsis.
¡Qué guapo era! Unas ganas de tirármelo, para sus casi 36 años, era todo un bombón. Sus ojos avellana me traían loca… su nariz, perfecta y proporcionada… sus labios. ¡Dios! Esos labios que me moría por devorar, que me besaran el cuerpo completo de arriba abajo.
Que sus manos me tomaran de la cadera y me apretara contra su cuerpo. Enredar mis dedos en su cabello y tirar de el hasta que obedeciera a mis peticiones, que mis piernas se envolvieran en su cintura y me envistiera con fuerza. Despertar a su lado y lo primero que haría sería besarle el cuerpo completo, comería chocolate derretido en su cuerpo todos los días.
Que me tocara completa, que me hiciera sentir una mujer, la mujer que él necesitaba. Sonreírle y morderme el labio hasta que me sangrara.
—Oye Arlet, ¿me pasarías ese plato por favor?
Tan hogareño, trabajador, empresarial y cocinero. ¡Qué más puedo pedir!
Me acerqué con el plato en las manos y me acerque disimuladamente a su cuerpo moreno. Lo agarró dándome una sonrisa, ¡qué maldito! Con una sonrisa normal me hacía suspirar y desearlo más, ¿cómo sería si me sonriera pervertido?.
—Vamos linda, llama a Zoé —. ¡Mierda! El nombre de mi mejor amiga en sus labios me hacía bajar a la realidad.
Linda, ¡me había llamado linda! Subí obedientemente a despertar a mi amiga, aunque después de varios intentos me mandó a la mierda, entonces bajé.
—No quiso bajar, creo que sigue cansada de anoche. —Le susurré sensualmente.
—Entonces seremos solo tú y yo. Ven aquí —, me señaló la silla frente a él en el comedor. Discretamente me senté junto a él y lo observé comer, mover la boca para masticar, que sus sienes se tensaran cuanto hacía esfuerzo con la comida. — ¿No te gustó el desayuno linda?
Mierda, hasta ahora me daba cuenta de que tenía que comer. Le miré a los ojos. E intenté acercarme…
—¿He? —Se metió otro bocado a la boca.
—Es que… no tengo hambre.
Me sonrió y volvió a su comida. No saben lo que hubiera dado por ser esa comida…