Su vida era monótona y aburrida. Con más responsabilidades de las que una chica de su edad debía llevar sobre sus hombros, Irati simplemente sobrevivía. Hasta la noche en la que su abuela murió. Buscando en su mesita de noche, esperando encontrar allí los papeles que el médico le había pedido, encontró un libro en blanco. Mientras ojeaba sus páginas, una de ellas le cortó el dedo manchando la hoja de sangre y transportándola de inmediato a otro mundo.
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