Y por eso me di cuenta de lo que se trataba. El amor se trata de rellenar huecos. Huecos vacíos, llenos de restos de intentos fallidos, de ansiedad y ganas de morir, o de vivir, vaya usted a saber. Lo que unos ojos tristes dicen, no lo nubla una sonrisa jubilosa. ¿Que esperabas de mí? -Me preguntó. Yo no tenía ni idea de lo que esperaba. No esperaba que me amara como yo a él, porque tenía la certeza de que así solo podía amar una loca como yo, y a él se le veía demasiado sensato. La sensatez no brillaba en sus zapatillas desgastadas ni en sus camisetas de tirantes anchos, tenía tanta seguridad en mi...que asustaba. Loca. Loca de atar. Loca de los trapos. Y yo tan absurda y desconfiada... Eso si que asustaba. Me odié a mi misma tantas veces, me hice tanto daño, que supe que era hora de aceptarme. Y él me aceptaba, mierda, que sí lo hacía... Pero mi interior me castigaba con vértigo, vértigo sobre un suelo liso, sobre una silla...vértigo sobre mis pies. Maldita sea. Se de más que amo con fuerza, pero que en realidad no se amar...Y puede que nunca lo aprenda. Todos tenemos miedo. Me pasé media vida pensando que lo que más temía era sentirme rechazada, perdida... No. Lo que más miedo me daba, y admito que me sigue dando, es enamorarme. Soy un monstruo de siete cabezas cuando siento tanto que ya no se ni donde guardarlo, una para cada día de la semana... Me despojo de mi alma y mis sentidos por cuatro besos y un poco de amor. Él trajo de vuelta emociones de antaño, pero con la fuerza irrompible de una tormenta y la melodía dulce y armoniosa del arpa de Orfeo.