En el corazón de Noruega, en un pueblo sumido en las sombras, donde la noche se extendía por meses y nunca salía el sol, intentaba esconderme de mi destino, ganar al tiempo antes de caer en un inevitable sueño tan profundo como la oscuridad misma.
Mi nombre es Aurora, una burla siniestra de mis padres cuando mi destino no era más que sombras y oscuridad. Mi vida estaba entrelazada con una antigua maldición de un sueño eterno. La leyenda contaba que solo un príncipe vampiro podría despertarme con un beso de oscuridad.
Pero yo no creía en ellos. Aunque un mundo de magia y hechicería me rodeaba desde mi nacimiento, creía en la maldad y bondad de los hombres, en el poder de la alquimia, pero no podía creer en criaturas sobrenaturales. ¿Hombres que se transformaban en murciélagos, que dormían en ataúdes y que podrían morir por la punta de una estaca o convertirse en cenizas por un rayo de luz? Solo un niño podría creer en esas historias.
Hasta que llegó él, Valian, con sus ojos rojos como la sangre y un aura que resonaba con una extraña familiaridad. Su llegada susurró cambios en el viento nocturno. La aurora boreal, la única luz que dibujaba los cielos de Tromsø, bajó su intensidad hasta casi convertirse en nada. Y me hizo entender que el poder de la magia y la hechicería eran más poderosos de lo que nunca había llegado a imaginar.
Esta es nuestra historia, la de una princesa rota que brillaba como el sol y la de un vampiro que anhelaba la luz.
Historia participante en el ONC 2024 a partir de los disparadores 102 y 105.
La sangre le corría entre las manos. El pequeño cuerpo, frío y rígido yacía entre sus brazos mientras él lloraba. El dolor le corría por las venas como la sangre ardiéndole y sentía que su cabeza estaba a punto de explotarle. Todas sus emociones estaban tan juntas y tan rotas que no podía entenderlas.
Su padre le puso la mano sobre el hombro, mientras él sostenía al pequeño gato muerto y lloraba desconsoladamente.
-Debes aprender lecciones en la vida, debes aprender a ser fuerte -le dijo.
Se agachó junto con el niño y le quitó los cabellos de la cara. Tenía el rostro completamente rojo, los ojos llenos de miedo y dolor.
-Si no aprendes eso, no lograrás nada. ¿Me entendiste?
El niño asintió con delicadeza, su padre le ayudó a enterrar al gato en un lugar oculto en el jardín y le pidió que tuviera toda la discreción del mundo especialmente con su madre.
Esa noche, la magia surgió. Esa noche su destino quedó escrito en aquella piedra con la que había roto el cráneo del pobre felino, mascota de su hermano. Esa noche entendió que si quería cambiar su destino... tendría que hacerlo por él mismo.