Nunca pensé que alguien pudiera desordenarme la vida solo con mirarme como si ya me conociera. Él no tenía por qué notarme, y sin embargo lo hizo. Yo apenas estoy aprendiendo a entender quién soy, mientras él parece tenerlo todo resuelto, como si el mundo se doblara a su paso.
No sé en qué momento empecé a buscarlo entre la gente, o por qué cada palabra suya me deja pensando más de lo que debería. Él no cruza la línea, no dice lo que ambos sabemos que está ahí, suspendido, esperando. Y eso -su forma de contenerse- duele más que cualquier rechazo.
A veces pienso que él juega un juego que yo todavía no entiendo del todo. Uno donde el tiempo decide cuándo es nuestro turno. Y mientras tanto, yo solo trato de no perderme en lo que todavía no puede ser.
Porque si algo he aprendido de él, es que algunas historias no empiezan con un beso... sino con la promesa de que algún día, cuando el momento sea el correcto, lo harán.
- Yo jugaré el juego largo.- me dijo al oído, sonreí con tristeza.