Ella es mi droga. O mejor dicho, lo era. Ella era mi razón para seguir adelante. Y como en cualquier proceso de desintoxicación, he caído de nuevo. Y ese beso, aunque solo fue uno, hizo mi cuerpo olvidarse del resto; pues yo soy una de esas personas incapaces de seguir por sí solas sin una meta que alcanzar, o un camino fijo el cual seguir, tomando como guía o punto de ayuda, una persona con la cual obsesionarse. En el caso de ella, Lluvia, nuestra historia fue corta, si es que hubo historia, pues para tratarse de una historia de amor, propiamente dicha, debe haber al menos dos integrantes en esta, pero en este caso, solo había uno, y era yo. En principio, yo creí que me había enamorado de ella, mas me di cuenta de que ella no existía tal como yo la pintaba; sino que me había enamorado de mi propia mente, quien la había diseñado a ella, ajustada a lo que mi subconsciente idealizaba como perfección.
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