Regina creyó que tenía el matrimonio perfecto durante estos doce años de su vida, el marido perfecto que todas desearían tener, amoroso, buen padre, buen esposo, y claro un buen amante, pero cuando el hambre empieza a gruñir las tripas se da cuenta que algo en esa mirada que tanto la miraba con amor no era la misma. -¡Porque me haces esto! Los niños, no puedes pensar en ellos. -Lo siento, estoy cansado de esta monotonía-dijo el siendo seco con ella. -Además Margot... -¡Suficiente! No quiero que la menciones en esta casa, vete, vete con ella, pero no olvides que una vez que cruces esa puerta no regresaras más. -Regina... -Me estas abandonando. -el solo tomo su maleta y se fue.