El espectro en tu mirada

Una niebla espesa cubre la enorme casa de madera, llantos y gritos de dolor avisan el nacimiento de un nuevo miembro, es irónico que tanto en la llegada cómo en la partida, la madre llora y se lamenta por su hijo. Un trueno apaga el último desgarre de aquella mujer mientras daba a luz a su primogénita, los gritos de sufrimiento fueron reemplazados por un agudo lamento de bebé. Ella ha llegado.

―Es preciosa― La mujer la toma entre sus brazos con la vista aún borrosa por las lágrimas.

El padre se acerca cauteloso.

―¿De qué color son?― su mirada no se aparta del rostro de la niña.

― Por el amor de Hémera déjame disfrutar este momen― Ni siquiera terminó de hablar cuando el hombre la arrebata de sus brazos.

La pequeña se remueve inquieta y empieza a abrir sus pobladas pestañas para cautivar a su padre con los ojos más hermosos que antes haya visto. Todos contienen la respiración cuando ven que él se ha quedado petrificado, una lágrima rueda por su mejilla y levanta la mirada hacia su esposa.

―¿Qué sucede?― Ella intenta levantarse pero fracasa―¡Habla ya!

El hombre vuelve a acercarse a su amada, esta vez sonriente y con los ojos cristalizados. Ella busca los ojos de su hija desesperadamente y cuando al fin lo ve suspira con tal fervor que ni el sonido de aquella tormenta pudo opacar su felicidad.

―Violetas― murmura con alivio mientras su cuerpo es adueñado por el sueño. El hombre besa su frente.

― Descansa, todo va a estar bien.

Ojalá el peso de esas palabras fuera suficiente para ser cumplidas.