7 parts Ongoing No es una montaña, es una ciudad. Es una leyenda que debe contarse.
Cuando la pequeña Valerie de apenas quince años vio por la ventana, no vio más que dolor. La ventana de su apartamento que miraba hacia el patio exterior de las torres residenciales. Allí, en el patio que dejaba entrar toda la lluvia artificial que la ciudad derramaba. Con su pequeña mano dibujó una sonrisa en el empañado vidrio. El vidrio que se había empañado debido al vapor acumulado de la gente vestida de negro apiñada dentro de su pequeño hogar. Lo primero que vio fue su corazón que estaba allí abajo. Por el ojo de la sonrisa dibujada en el empañado vidrio, Valerie vio su corazón, allí afuera, solitario y mojado. Con una mancha de sangre que se mezclaba con la lluvia, formando ríos coloridos que viajaban plácidamente hacía las alcantarillas que recolectaban toda su tristeza.
En medio del patio, también vio a su alma. Su alma que estaba echada en la grama, lloraba. Su alma lloraba saladas lágrimas de amargura.
Esa escena es la que contemplaba Vale desde el ojo de la sonrisa dibujada en el empañado vidrio.
Una vieja con la piel de cien años desparramada por su rostro se sentó al lado de Vale.
La niña la ignoró. Pero la vieja permaneció sentada a su lado.
Cuando Valerie se cansó de ver por la ventana y se reacomodo en el sofá viendo hacía el interior de la casa, le pareció que esa no era su casa. ¿Desde cuando la sala era tan grande y oscura?.
Caminaban y charlaban alegremente todo tipo de personajes, unos vestidos de soldados con ropa de camuflaje y otros vestidos de ropa de iglesia con largas sotanas negras que los cubrían.
Con el ceño fruncido la vieja volteó a verla. Valerie se asustó. - Pobre niñita, ya no sirves para nada, cuando uno pierde a su madre ya no sirve para nada - Dijo la vieja y se levantó.