Un vestido blanco, una tiara reposando en mi cabeza y un velo que ondea con la brisa. Aquí me encuentro, ante la mirada expectante de toda la población, mientras los susurros se entremezclan en el aire. Observo cómo mi padre moviliza a los soldados, desesperado por encontrar al prometido perfecto que me dejó plantada en el altar. Un prometido que escapó junto a mi hermano el día de nuestra boda.