El encanto de lo singular

Desde que tengo memoria, mi vida ha sido como un lienzo en blanco, esperando ser llenado con los colores de las experiencias que me esperan.
Recuerdo claramente el año 2010, cuando tenía apenas 12 años. Fue un año de cambios, de descubrimientos y de desafíos que marcaron el comienzo de mi viaje hacia la adultez. .
Mi madre siempre me decía que la vida es como una obra de arte, llena de colores brillantes y oscuros, de trazos suaves y fuertes. Cada experiencia, por dolorosa o maravillosa que parezca, contribuye a la belleza única de nuestra existencia. Y así, con esa sabiduría maternal como guía, me adentré en un año que cambiaría mi vida para siempre.
En un mundo donde la apariencia y la popularidad lo son todo, yo era la antítesis de lo que se consideraba deseable. Catalogada como la "fea" del colegio, enfrentaba las burlas y el rechazo de mis compañeros día tras día. Solo Magdalena, mi fiel amiga, permanecía a mi lado, ofreciéndome su apoyo incondicional en medio de la tormenta.
Pero entre todas las adversidades, destacaba una figura que se podría denominar como mi némesis: Maicol Torres. Con su encanto superficial y su actitud burlona, Maicol se deleitaba en hacerme la vida imposible, convirtiéndome en el blanco de sus bromas y humillaciones. Aunque nunca llegó a lastimarme físicamente, sus palabras hirientes y sus acciones despiadadas dejaban cicatrices en mi corazón.
Maicol era el prototipo del chico popular, con una sonrisa en el rostro y un séquito de admiradores a su alrededor. Pero para mí, era el tormento personificado, el recordatorio constante de mi propia incomodidad e inseguridad.
Básicamente... odio a Maicol Torres.