Bill, quien a sus cortos dieciséis años adopta el nombre de Vesta tras ser entregado por sus padres a las manos de Vulcano, se refugia en rabia silenciosa, ideando un motín rebelde que le libere de Milky Way, productora pornográfica alejada de toda ética y moral que hace de él un ser sin dignidad cada vez que se enciende el pilotito rojo de la cámara. Tom, con más experiencia en las sombras y respondiendo desde la infancia al nombre de Vala, sabe que cualquier desviación de las reglas podría llevarlos a un destino fatal. Ambos adolescentes se ven obligados a encontrar fuerza en su vínculo precoz pero resistente, sabiendo que su única esperanza radica en la valentía tácita que les une y hace de aliciente para aguantar un día más.