Oscuridad.
Es la única constante que rodea mi vida.
Es algo de lo que no se puede escapar fácilmente. Aprender a vivir con ella es igual de difícil. De pequeña le temía a la oscuridad, por lo que al caer la noche me embargaba un desasosiego poco propio de una niña, en ese tiempo intuía que pocas cosas buenas sucedían en la ausencia de luz.
Con el tiempo, dejé de lado esos miedos, olvidé el peligro que representa la oscuridad, a pesar de que me acompañaba en cada paso que daba, hasta convertirme en quien soy hoy en día. Olvidé que al caer la noche, cuando el sol se esconde por completo, las calles se ven envueltas en oscuridad y tintadas de rojo carmesí. También olvidé que la oscuridad está en cada lugar y persona.
El pueblo de Sweet Garber no es la excepción, de hecho, este lugar posee una gran ausencia de luz. De día los habitantes fingen sonrisas, y con normalidad dicen que todo está en orden, pero al caer la noche suceden cosas inexplicables que atormentan la mente de la mayoría, la incertidumbre de saber quién será el próximo desaparecido se ata a sus cuellos como una soga, y a medida que pasa el tiempo, el nudo de dicha soga se ajusta con más fuerza.
Saben que existen seres que secuestran y asesinan a las personas, pero ninguno es tan valiente como para intentar hacer algo. Pocos son los que te advierten que al caer la noche no debes salir solo, porque corres el riesgo de amanecer sin vida. Ahora me pregunto si debí prestar atención a las señales, o si debí hacerle caso a mi intuición, también si seré un punto más en el indice de desapariciones.
¿En algún momento dejaré de temer?
Existen dos tipos de personas, aquellas que se esconden al caer la noche, y que la oscuridad les ha quitado todo; Y aquellas que aún guardan las esperanzas de ver un lindo amanecer.