Rozando la libertad con la punta de sus dedos, se la arrebatan volviéndolo a encadenar a la comisaría que pensaba haber dejado atrás. Gustabo regresa al cuerpo, con unos ojos oscuros que emanan peligro vigilando cada pequeño paso que toma. Lo único que mantiene a flote su cordura, es pensar que esa vez va a ser diferente. Porque, una historia no está hecha para ser contada dos veces. ¿O sí? Portada humilde temporal.