Siempre me habían gustado las historias de zombies, de no muertos que se desplazaban con lentitud buscando su siguiente comida. En mi cabeza, imaginaba una apasionante historia de aventuras en busca de una cura donde, convenientemente, era inmune y luchaba con valentia, derrotando hordas de engendros con un arma improvisada. Esta historia no es una de esas...
La primera vez que escuché hablar de las Sombras fue en la televisión internacional. Parecía algo tan lejano y abstracto. Nadie sabía de donde habían salido, que eran o como acabar con ellas. "Crimson Shadows" era el nombre que los científicos les asignaron, seguramente por su color y propiedades características.
En cuestión de días el mundo se sumió en el caos más absoluto: la agresividad y capacidad de multiplicarse de las Sombras eran mucho mayores que las anticipadas, acabando con las ciudades más grandes en menos de 12 horas.
Antes de ver una en persona me recordaban a los zombies: cadáveres que volvían a la vida buscando a su siguiente víctima, con reducida inteligencia y movimientos atrofiados. No podía estar más equivocado...
Este es el principio de mi historia y, tal vez, el final de mi vida. Aun así, creo que debo dejar constancía de todo antes de exhalar el último aliento.