Dicen que cuando el diablo llega tocando a tu puerta, lo hace disfrazado de ángel para que lo dejes entrar... Yo sabía que era el diablo, un mounstro capaz de destruirme con facilidad y, aún así, le abrí. Me dejé arrastrar a su mundo, retorcido, lleno de maldad y peligros asechando en cada paso del camino; bajo promesas que en su momento fueron un bálsamo para mi alma adolorida y agonizante. ¿Mi error? Mi único error fue creer que en un mundo lleno de maldad y mentes retorcidas había espacio para curar mi sangrante corazón. Porque en la mafia, no hay lugar para alguien débil. En mafia solo hay caminos dolorosos y solitarios. En la mafia no hay final feliz...