¿Qué le hicieron a su hermano? Era la pregunta que la joven Cyn se hacía al ver el deplorable estado en el que se encontraba su queridísimo hermano, con uno de sus ojos vendado, presentando múltiples cicatrices en su rostro. Aquel que antes era tan fino y suave como la porcelana ahora se encontraba totalmente dañado; presentaba ojeras, muchas arrugas y una prominente barba blanca, signos de la falta de sueño, de un posible estrés y de la falta de cuidado a su persona. Pero lo que más le dolía a la niña era ver los ojos de su hermano, aquellos ojos color miel que brillaban y le daban una sensación de calidez se encontraban ahora apagados, opacos, provocando que la mirada de su hermano ahora fuera fría y sin emoción. Lo único en lo que podía pensar la pequeña era en llorar. Se imaginaba los horrores que tuvo que haber pasado su hermano en aquel horrible lugar, todo lo que tuvo que sufrir. No soportaba verlo así. Las lágrimas empezaron a escapar de sus ojos y sin poder mantener su mirada en su hermano, solo la dirigiría al suelo donde empezaría a sollozar. No era capaz de verlo así, no lo soportaba. Hey...-al escuchar la ahora grave voz de su hermano, ella levantaría la mirada y sin dejar de llorar, la dirigiría a la camilla donde yacía descansando su hermano. Entonces lo vería. Él la estaba mirando fijamente, mientras le daba una cálida sonrisa y aquella mirada tan fría que anteriormente tenía se convertiría en una mirada llena de calidez, la cual recuperaría aquel hermoso brillo color miel que tanto le gustaba. "No pienses tanto en eso, pequeña..." su hermano se estaba esforzando por hacerla feliz. Sonreía para ella, para que no llorara al verlo en aquel estado. Sin poder aguantar más, la pequeña Cyn correría para abrazar a su hermano, quien le correspondería el gesto con todo el amor del mundo y mientras su hermana lloraba en su pecho, él solo sonreiría. "Ya volví, Cyn. Me alegra tanto poder verte otra vez."
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