Cuentan que hace muchos años existió un rey que poseía un tesoro vivo, una mujer como ninguna otra. Era la última cría de una larga estirpe de meretrices reales, gacelas de ojos plateados, esclavas desde el vientre de sus madres. La gema del rey, además de hermosa, tenía el don de ver los hilos invisibles del futuro.