Raimon siempre había pensado que la vida era injusta. Tu destino parecía definido nada más nacer: tu familia, tu entorno, tus genes, tu educación, tu poder económico... todo aquello le parecía una simple cuestión de suerte.
Con mucho esfuerzo, dedicando largas horas de tu tiempo a realizar trabajos y estudios tediosos y aburridos se podía escalar a duras penas por la escalera social y, tal vez, dar una vida mejor a tus hijos.
Pero... ¿qué interés tenía vivir una vida de sufrimiento y sacrificio para morir hecho polvo y con dinero en la cartera?
Con sus recién cumplidos 25 años solo habían unas pocas cosas que hiciesen feliz a Raimon: los videojuegos, los libros, las series... En resumen, cualquier cosa que le permitiese dejar atrás la realidad y viajar a mundos donde la vida era mucho más sencilla y entretenida.
Un día como otro cualquiera, llegó a sus manos un juego muy conocido: Parallel Lives. Había escuchado muchos rumores sobre el mismo: decían que solo podías jugar una vez en la vida, que si morías en el juego no podrías volver a jugarlo y que el tiempo parecía transcurrir distinto dentro del mismo.
Lo que Raimon no sabía es que jugarlo cambiaría su vida para siempre.