Batman se encontraba en lo más alto del rascacielos de Gotham, donde solía ir para estar solo. Observaba la ciudad extendiéndose ante el como un océano de luces parpadeantes. Sin embargo, su atención no estaba en los delincuentes que acechaban en las sombras, sino en una figura solitaria que se recortaba contra el horizonte urbano. Harley Quinn, la eterna cómplice del Joker, estaba allí, sola y vulnerable, lejos de su típica pose de payaso maníaco. Sus hombros caídos y sus lágrimas silenciosas eran un contraste impactante con su usual actitud desenfadada y estridente.