El corazón de Lucifer latía con intensidad, incapaz de apartar la vista de aquellos ojos. Se sentía completamente cautivado por su belleza, como si nunca hubiera presenciado algo tan extraordinario. No podía hacer más que quedarse paralizado, contemplando aquel tono oscuro. Repentinamente, una frase rompió el silencio, susurrada con una voz suave y profunda:
-Te estaba observando y pensé que eras un ángel.
Asombrado y aún sin acostumbrarse a ese trato, Lucifer quedó inmovilizado. Aquellas palabras, pronunciadas con sinceridad y vulnerabilidad, lo dejaron sin aliento.
Intentó decir algo en respuesta, pero Lucifer no lograba encontrar las palabras adecuadas. Entonces, de manera lenta, levantó la mirada hacia el rostro de Alastor. Con delicadeza, extendió una de sus manos para acariciar la mejilla del otro.
-¿Y tú? - susurró. -¿También me consideras un ángel?
La mano de Alastor se posó sobre la de Lucifer y la acercó aún más a su mejilla, mientras la mano de Lucifer temblaba con el temor de romper ese precioso momento.
-No, no eres un ángel. Eres mucho más que eso. - susurró Alastor con ternura.
Los labios de Alastor rozaron suavemente el nudillo de Lucifer, como una caricia delicada. Lucifer se sentía envuelto por una brisa mágica y aún no podía creer que todo esto estuviera sucediendo.