El mismo sentimiento que me llevó a verle un sentido a la vida, parece ser el mismo que hoy le quita ese sabor... ¿cómo decirlo? tan delicado, volátil, y especial, después de que varios amantes usaron el mismo corazón para hospedarse por una breve pero intensa fracción de tiempo. Cada uno de ellos se metió en mi pecho tan fuerte y profundamente que cuando salían, mi vida se escurría carmesí, tibia entre mis manos, casi siempre en silencio, dejándome con un pie acá y otro allá. Por eso los llamé clavos de ataúd, porque entraron abriéndose paso entre la carne, y salieron dejando mi pecho lleno de lágrimas de sangre.
-¿Que hace un niño acá?¿Cuantos años tienes, mocoso?-
-¡Tengo 17, estúpido!-
En esta situación se encontraba ahora el capitán del equipo de Voleibol Masculino, Matt, había entrado un niño al campus y no sabía que hacer. Por otro lado, Ciel estaba desesperado, todo el mundo pensaba que era un niño hasta ahora, por un lado no se equivocan...digamos que sus gustos son...extraños... ¡Pero eso no lo hace un niño! ¡El es grande!
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