Tengo la manía de decir «sí». Lo hago con frecuencia y con desenfreno. ¿Saltar en paracaídas por capricho? Sí. ¿Una escapada de última hora a Irlanda? Sí. ¿Aceptar un matrimonio de conveniencia con el sexy y arrogante Kim JongIn durante dos años? ¿Sí?