En principio, el capítulo 8 iba a ser el final de la novela y de la propia historia. Pero cuanto más me acercaba al final, más tenía la sensación de que Asthor Henker, mi Asthor, estaba desapareciendo.
Esta sensación se hizo cada vez más amarga y me hizo sentarme frente a la pantalla del ordenador durante mucho tiempo, pensando en las palabras y frases que había formado.Cuando tecleé la última palabra, las lágrimas inundaron mi rostro al sentir que él se había ido para siempre.
Ya no podía percibirlo en mi Arbeitzimmer (mi taller o workroom). Mis dedos estaban livianos, así como mi mente.Miré nerviosa la palabra "fin" y me dejé caer en el sofá, dejando que el cansancio de aquella noche se apoderara de mi alma exhausta. Entre sueños y llamadas, decidí buscar a Asthor.
Lo busqué en los innumerables abismos de mi subconsciente y en la catedral de mis recuerdos. Entre muchas imágenes oníricas, encontré una enorme puerta de mármol azul y dorado. La abrí con las fuerzas que me quedaban, y allí le encontré, en esta habitación que parecía casi un observatorio de mármol, admirando una noche celestial adornada de estrellas fulgurantes.
Le rogué que se quedara, que era mi más ferviente deseo no terminar así la novela, que estaba segura de que tenía mucho más que contarme.Me miró, frunció el ceño y dijo: No puede ser. No es posible que estés aquí, porque tú no eres más que un sueño de mío.