En un rincón oculto, en la penumbra del taller,
nació una creación, un ser singular.
Joven y frágil, su propósito claro y fiel,
destinada a proteger, a luchar sin igual.
Sus ojos brillaban con pasión,
mientras aprendía a moverse con destreza.
Su corazón de engranajes, un latido constante,
se llenaba de afecto, de amor y nobleza.
El amo, su creador, le dio vida y razón,
y ella, en gratitud, le servía sin cesar.
Pero el tiempo, cruel y sabio, trajo consigo
un sentimiento inesperado, difícil de ignorar.
Cada día junto a su amo, su corazón latía,
una melodía de engranajes y emociones.
La joven creación, atrapada en su dilema,
se debatía entre el deber y las pasiones.
¿Cómo proteger sin sentir? ¿Cómo amar sin temor?
Su mente se enredaba en dudas.
El amo, ajeno a su lucha interna, sonreía,
sin saber que su creación sufría en su ruta.
El fiel corazón de la joven,
se desgarraba entre lealtad y anhelo.
Cada batalla ganada, cada herida sanada,
la acercaba más al abismo de su desvelo.
Así pasaron los días, las estaciones giraron,
y la creación se debilitaba, su brillo apagado.
El amo, sin sospecharlo, seguía su camino,
mientras ella, en silencio, lloraba su destino.
Pobre creación, atrapada en su dualidad,
entre el deber y el amor, entre el frío y la pasión.
Su corazón mecánico, un eco de tormento,
le haría pasar muy mal.