No soy alta, no tengo buen cuerpo, no me dan miedo las calorías. Si paseamos seguramente me tome un helado. Lloro demasiado, pero soy tan divertida a veces que te dolerá cada centímetro del cuerpo de tanto reírte. No me gusta mentir, hablo demasiado y me enfado muy deprisa, aunque se me pasa rápido. Puedo prometerte que no te aburrirás conmigo. Soy muy vergonzosa, canto en la ducha y me gustaría gritar tu nombre cada vez que salgo a la calle… ¡Diablos! ¡Maldita sea! ¿Acaso me hace bien sentirme así?