La vida de muchos chicos se basa prácticamente en las mismas rutinas, algunos prefieren estudiar y pasarse su día en una biblioteca con polvorientos libros, otros son rebeldes y se escapan en las noches para beber y tener sus ligues. Pero yo prefería, más bien, mi familia prefería, que llevara otro tipo de vida.
Nunca tuve el tiempo de sentarme a leer y volar con mi imaginación hacia otros mundos, tampoco tuve la valentía de escaparme por las noches para escapar de la realidad y disfrutar de mi adolescencia.
Mi familia se dedicaba más a hacer que nuestro nombre se imprimiera en el papel de los periódicos y saliera de los labios temerosos de los más débiles.
Mi padre siempre me educó bajo "la ley del más fuerte", depender de los demás no era una opción
Nunca sabes cuan mal padre eres hasta que pones en las frágiles manos de tu hijo un arma, e insertas en sus pensamientos que matar es la única manera de hacerse respetar, ser temido y sobrevivir en la vida.
A mis 18 años tuve que asumir el mando de más de 7 cacinos clandestinos, la prostitución y la droga pasaron a ser parte de mi vida cotidiana y me encargué que el apellido Jeon se esparciera por el mundo, provocando pavor al oído de quién lo escuchara.
Cuando aparentas ser una persona importante y poderosa te acostumbras a ver a las personas por encima, desde un trono imaginario, y es solo cuando escuchas una voz chillona a unos centímetros más abajo, que prefieres dejarlo todo, cambiar, dejar el trono con tu imperio y ser feliz