Cuando volvió la mirada hacia la cara de Adán vio como los más preciosos ojos color amarillo, lo miraban de vuelta. Eran cálidos, como el verano, brillantes como el sol, y Lucifer se quedó embelesado mientras se miraban con curiosidad. Esos ojos, esos mismos ojos que lo miraban desde donde los caníbales intentaban comérselo.
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