Cuando Charlott, una joven pintora, se mudó a Kollet Kill, solo tenía un objetivo en mente: encontrar respuestas a todas aquellas preguntas que llevaban años formándose en su interior.
Su vida estaba formada por incongruencias y misterios que ella moría por resolver:
No sabía la identidad de su padre.
Desconocía completamente a su familia materna.
Su madre había desaparecido cinco años atrás sin dejar rastro alguno.
Y, más importante aún:
Había comenzado a soñar cada noche con una casa desconocida, que le atraía tanto como le aterraba.
Poco tiempo después, descubre que la casa está relacionada con su madre, y posiblemente también con su desaparición.
Y cuando averigua que la casa está a la venta, toma una decisión precipitada: comprarla e irse a vivir en ella.
Grave error.
Pues la casa es el epicentro de una serie de tragedias que pretenden ser olvidadas, en donde las puertas se mueven, las ventanas se abren sin viento, las pinturas cambian de forma, voces desconocidas hacen eco por los pasillos y la muerte te respira en la nuca.
Porque en Kollet Kill, las cosas no desaparecen... solo cambian de forma.