Es importante para el escritor el declarar amor, amor a los amores, a los mejores amigos que le acompañan en su viaje, a sus padres, a la familia, y a la belleza de la naturaleza, y así mismo en su perdida virtud por conquistar la belleza de amores inconclusos y de los nefastos no correspondidos. A Dios, para el que la fe puede ejercer en medio de los tiempos; A Dios como mediador, como un oidor de sus plegarias, y como el creador de todo y de la eternidad, porque Dios es amor, y de ese amor se producen todos los amores que se sienten con intensidad. Pretendiendo encontrar más amigos que puedan entenderle y que aprendan junto a él a vivir concientes de la importancia de declarar de alguna manera lo que desde el alma mucho se siente mas bien en silencioso andar.
No importan, entonces, las distancias, las verdades o mentiras, los obstáculos ni menos las excusas mientras las palabras expresan entre libres líneas los sinceros sentimientos palpitando en un destello de placer agobiante y apasionado, y si, otra vez hablamos de amor, pero mas intensamente la ira, el deseo, los celos amargos, la alegría, y la paz entre otros estados anímicos imbricados en la acción de ser y existir, la vida.