Una obsesión hecha verso se había tejido sobre mi piel. Cantaba, fluía y reía junto con mis ojos, pero no era real. Me atrevo a preguntar retóricamente: ¿que de obsesión hay en algo que ya no es, que ya no está, que ya no se puede probar? Y respondo irónicamente: es ella, lo sé. Una obsesión que trascendió de mis memorias. Una obsesión que me prueba desde los sueños y me tienta hacia febriles ideales que huyen de mí, hacia lo onírico. Ideales que llegarán a su fin teniéndote enfrentada a mí. Vuelven a amanecer mis ojos noche, ya no brillan sin ti.