A modo de ciencia ficción, presentaría a personajes nobles, íntegros y leales. Humanos apasionados por salvaguardar la justicia y proteger a los guerreros que luchan a su lado, guiados por ancestrales maestros. Con sus espadas de luz desarmarían a los "filisterholls", que describiría como tarascas y engendros de gran boca -tanto como para tragar su propio cuerpo-. Solo pueden ver con abundante luz, durante tres horas al día, aunque la mayoría las utilizan para dormir; prácticamente carecen de olfato y son sordos de nacimiento. Al detallar las guerras se entendería cómo siendo la aptitud de los "filisterholls" notablemente inferior, los protagonistas estaban ante un arduo cometido: su intención era que los primeros recuperasen la sensibilidad que los antiguos aseguraban propia y no terminasen comiéndose los unos a los otros. Utilizar la fantasía es la mejor forma de contar una gran verdad. Servirse de los cuentos de hadas, que comienzan con tres palabras mágicas y te transmiten la esperanza de un final feliz. Sin saber cómo termina y sin la dificultad y confusión que provoca la ciencia ficción. Tener SIDA durante tres días será la aventura. Vivir una historia real, con amigos, enemigos y una circunstancia muy particular que condiciona estás relaciones. Durante estos tres días, se muestran los testimonios de personas que hablan un mismo idioma, pero no se entienden. He dedicado mucho tiempo a hablar. Innovar en terapias de grupo, con la firme convicción de poder despertar alguna conciencia. Aprendiendo siempre de las experiencias que compartimos en estos diálogos. No, no se trata de crear aptitudes o solucionar problemas en común. Expongo un problema y que cada cual lo afronte a su manera. Eso si, tras advertir una necesidad en la sociedad acentuada con la pandemia de corona virus. S.I.D.A. Fue lo primero que escribí.