Cuando era adolescente, soñaba con el día en que él me pediría matrimonio. Imaginaba a mi novio, a mí misma y cómo nuestras vidas se entrelazarían en un compromiso eterno. Las ideas que había guardado en mi tablero de Pinterest durante años alimentaban mi fantasía. Pero la realidad resultó ser muy diferente.
Después de ocho años y medio de relación, conocernos desde los catorce años y compartir un anillo de promesa, todo se desmoronó. Aquel día, en un pintoresco picnic, él me entregó una caja. Mi corazón latía con anticipación, pero lo que encontré dentro no era lo que esperaba. No era un anillo de compromiso, sino una confesión dolorosa.
"Estoy conociendo a otra persona", dijo. Las palabras resonaron como un eco devastador. ¿Cómo podía ser? ¿Después de todo lo que habíamos compartido? ¿Después de las promesas de amor eterno?
Me reí con incredulidad. "¿Amor que sientes por mí?", le pregunté. "¿Lamentas que las cosas no salieran como yo quería? Fuiste tú quien prometió que nos casaríamos, quien juró que nunca habría alguien más".
Él intentó justificarse. "No creí que esto sucedería, Dione. No quiero hacerte daño, pero ¿qué esperabas? Siempre estás trabajando, ocupada y cansada. ¿Cansada de qué? Solo cuidas niños. Ya no salimos, apenas nos vemos. Era lógico que esto pasara".
Sus palabras me hirieron. Siempre pensó que mi vida era fácil, que solo él tenía derecho a estar cansado. Pero no entendía. No veía que mi trabajo también era agotador, que mi dedicación no era un obstáculo para nuestro amor. Y ahora, frente a mí, estaba la prueba de que las promesas pueden romperse.
Así que aquí estoy, enfrentando la realidad. Nada de lo que soñé se hizo realidad. Pero quizás, en esta tristeza, encuentre la fuerza para sanar y seguir adelante. Porque a veces, incluso las promesas más sólidas pueden desvanecerse como un mal sueño.
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca.
-¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen.
-Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a este lugar! ¡Tú no eres una humana normal! -grita un guardia sin dejar de perseguirme...
-¡No! Yo pertenezco a mi ciudad, con mis padres... -cuando estoy por llegar a la salida veo a dos chicos.
Practicando con espadas...
-¡Sky! ¡Atrápala! -grita Rick...
Uno de los chicos desvía su mirada y nuestros ojos se conectan
Sus ojos dorados me miran fijamente...
Revolotea despreocupado su cabello rubio, pero luego...
Se da cuenta de lo que sucede y me apunta con su espada
Yo me detengo inmediatamente...