Todos tenemos secretos, navegamos en un constante mar de mentiras, engaños y desilusiones, tratamos de hacer hasta lo imposible por remar sobre ellas. Nos esforzamos en que el agua no nos toque la piel, porque aquello dejará marca y el mundo sabrá que estamos infectados de mentiras. Yo, Luna Rodrigo, soy una maestra en el arte de la navegación por este mar traicionero. Desde mi perspectiva, la vida es un juego de espejismos y verdades a medias, donde cada revelación es un acto de valentía o una sentencia de muerte social. El poder de la influencia es más fuerte que el acero, mis palabras pueden construir imperios o desmoronarlos hasta los cimientos. Como la voz de una generación que se cansó de susurros y sombras, me enfrento a la ironía de ser tanto víctima como verdugo en este juego de prestigio. Aquí estoy, con una cuenta de Twitter con más de un millón de seguidores y una influencia social que me condena a ser un ejemplo. Y ahí están ellas, las hermanas Wittenveng que fingen vivir una normal; pero todos tenemos oscuridad. Ximena Wittenveng no será la excepción, es la cara de la empresa familiar, es quien se presenta a todas las reuniones de prensa y sonríe fingiendo felicidad. No puede ser perfecta, tiene algo... algo que voy a describir...